Ana María Risco
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Reflexionar sobre el potente trabajo de uno de los artistas visuales más reconocidos a nivel internacional, es la aventura que realizó Ana María Risco en el libro “La deriva líquida del ojo. Ensayos sobre la obra de Alfredo Jaar”. Aquí la académica del Departamento de Arte de la Universidad Alberto Hurtado explica cómo empezó el trabajo colaborativo con este gigante del mundo del arte.
El libro “La deriva líquida del ojo. Ensayos sobre la obra de Alfredo Jaar” de Ana María Risco contiene seis ensayos de escritura amable y lúcida que recorre algunas de las obras más importantes del chileno, deteniéndose en cómo la relación entre las imágenes y las palabras ha marcado su trabajo. La publicación de Catálogo y Mundana Ediciones ha sido comentada e interpretada por varios expertos. Uno de ellos es Fernando García Moggia, que planteó que “el libro propone un recorrido simbiótico entre la obra de Jaar y la escritura crítica de Risco, en donde esta última recoge y madura sus criterios sirviéndose de la luz que la obra echa sobre el mundo contemporáneo”. En tanto, Sergio Soto Maulén señaló que “sin complicidad no hay traducción” y lo plantea por los años de trabajo que Ana María ha tenido con el artista. Macarena García, editora del libro, argumenta que la autora establece una relación empática con la obra, en un movimiento dialógico entre lo que la obra materialmente presenta y lo que el crítico en palabras se representa. Y ¿qué dice la autora? Le preguntamos a ella:
-¿Qué desafío implicó realizar este trabajo siendo tan cercana a Alfredo Jaar?-
-Como comentaba, la cercanía que tengo con el artista tiene que ver con la escritura de los textos reunidos en el libro y no es algo ajeno a esa actividad. Para alguien que pretende hacer algún tipo de recepción crítica de una obra, la cercanía con él o la artista puede ser un factor en contra ya que se corre el riesgo, no de perder una pretendida imparcialidad que nunca existe cuando se escribe críticamente sobre arte, sino de estar demasiado afecto a su relato, a la interpretación que da a su trabajo, que no es sino uno de los relatos posibles en torno a una producción y en ningún caso uno al que debamos ceñirnos. Mi cautela frente a eso me ha llevado a mantener con el artista un diálogo centrado estrictamente en las circunstancias en que formula su trabajo y sobretodo orientado a entender mejor cómo es que sus proyectos funcionan, en términos formales y materiales. Esto ha sido especialmente necesario porque su obra ha sido producida y mostrada en su mayor parte fuera de Chile, en una relación intensa con las realidades del lugar en que cobra forma y, por otro lado, es una obra compleja, que incorpora elementos de arquitectura, fotografía, cine, literatura y también variables de disposición, iluminación, duración, que son muy sensibles para leerla adecuadamente. He tenido la posibilidad de ver trabajos en el extranjero y otros acá, pero gran parte de la producción no la he visto directamente y he tenido que fiarme de registros visuales, textos críticos y relatos del autor.
-Son diez años de trabajar con el artista visual: ¿En qué minuto inicia este diálogo colaborativo con él?
-Alfredo Jaar es un artista de relevancia y reconocimiento internacional y su intensa dinámica de trabajo está lejos de ser algo en lo que me sienta implicada. No diría que he trabajado con él, sino más bien me he encontrado en los últimos años dialogando con él en diversas circunstancias, a propósito de la escritura de textos sobre sus obras. Para mi suerte, la colaboración ha sido más bien de él conmigo, al dar cabida a una serie de conversaciones que me han permitido tener más antecedentes sobre la constitución de su trabajo. Se trata fundamentalmente de un diálogo colaborativo, referido a proyectos específicos de exposición que incluyen aspectos editoriales. La posibilidad de entrar en contacto con él me la dio la escritora y crítica Adriana Valdés, al invitarme a formar parte del grupo de investigadores y teóricos que escribió a propósito de la principal exhibición de Jaar en Chile, que fue la muestra JAAR SCL2006 en el edificio de Telefónica. En ese grupo participó también la actual académica del departamento de arte de la UAH, Sandra Accatino.
-¿Qué es lo nuevo que se descubre a partir del análisis de este libro?-
-Los textos del libro no conforman una unidad ya que se originan en situaciones editoriales distintas. Pese a ello, Macarena García, la editora, tuvo la habilidad de ponerlos en una relación que permite notar algunos desarrollos transversales. La secuencia que ella propuso me permitió incluso a mí notar que lo que había estado haciendo al acercarme a la obra de Jaar era intentar saber qué eran y cómo se habían conformado progresivamente los rasgos de su visualidad crítica. La obra de Jaar surge, a mi juicio, de una perseverante observación del potencial poético y político de la imagen del arte, tal como se lo experimenta en obras conceptualistas y minimalistas que han influido mucho en él, y también de un conocimiento muy profundo de cómo funciona la imagen industrial y comercial, que está hoy día en todas partes y llena nuestro entorno hasta enceguecernos. Yo notaba que Jaar estaba proponiendo con su trabajo una forma de confrontar esa ceguera, que afecta nuestra capacidad de responder a cuestiones y realidades que demandan atención, con un tipo de experiencia visual que me interesaba conocer a fondo. Lo que podría dar este libro a un lector generoso es una perspectiva del tipo de rasgos propios de la obra de Jaar en los que podría fijarse si anduviera en una búsqueda parecida.
-Se habla de la obra de Alfredo Jaar como una potente relación de la vida contemporánea de las imágenes: ¿Eso cambia con la explosión de las redes sociales, porque sin duda las relaciones han cambiado y los soportes también?-
-Las redes sociales han acentuado la relación de familiaridad que todos tenemos con la producción y recepción de imágenes y son por ello un fenómeno que pudiera llegar a estimular preguntas acerca de cómo significan las imágenes, en qué medida pueden ser violentas, tramposas, condenatorias, salvadoras, mágicas en un sentido ritual y cuáles son sus propiedades diferenciales con la palabra y otras formas de expresión. Todas esas son cuestiones decisivas para nuestra sobrevivencia en el espacio simbólico actual y todas son reflexionadas en la obra de Jaar.
-¿Por qué diría usted que las nuevas generaciones deben conocer el fondo del trabajo de este artista?-
-Pienso que las obras de arte que merecen la pena no tienen fondo, en el sentido de que no es posible saber dónde comienza y dónde termina su capacidad de significar. Tal vez en un contexto en que toda visualidad se consume, consuma y agota en un instante, esa falta de fondo presente en esta obra es una buena razón para asomarse a ella.
Ana María Risco es investigadora y ha abordado temas relativos al arte contemporáneo en Chile, a los problemas de la crítica, a las relaciones entre escritura y visualidad y medios de la imagen. Es autora del libro Crítica situada – La escritura de Enrique Lihn sobre artes visuales (Facultad de Artes, Universidad de Chile, 2004) y ha contribuido con textos críticos y entrevistas en diversos catálogos de artista, como JAAR SCL 2006 (Actar, Barcelona, 2006), De Langlois a Vicuña (AFA Editions, Santiago, 2009), Desierta (Eugenio Dittborn, 2010) y Nocturna (Eugenio Dittborn, 2014).
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