Fernando Montes S.J.
Visita Internacional
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En el contexto de su incorporación como miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales, Fernando Montes S.J., rector de la Universidad Alberto Hurtado, explicó cómo deberíamos medir calidad en una universidad hoy.
Una verdadera universidad, dice el rector Fernando Montes S.J., tiene la misión de ayudarnos a repensar el momento en que vivimos y el país que soñamos mostrándonos las oportunidades, advirtiéndonos de las trampas y dándonos herramientas para lograr un auténtico progreso.
Pero hoy, dice el rector, debido a la cultura de mercado imperante, hay una tendencia a favorecer conocimientos que permiten un progreso instrumental más que los que permiten conocernos mejor como seres humanos.
“En nuestro mundo universitario nos han impuesto indicadores cada vez más precisos, publicaciones ISI, empleabilidad, largo de las carreras, etcétera, para juzgar la calidad”, explica Montes. “Pero muchos de esos indicadores son parciales y a veces externos a la universidad y responden a las necesidades de un mundo económico, más que a lo que nos pide nuestra misión frente a los estudiantes y a los requerimientos sociales del país”.
¿Cómo debiéramos definir la calidad de una verdadera universidad hoy? El rector presentó siete puntos que deben incorporarse a la discusión.
Uno. Deben clarificarse las responsabilidades de maestros y estudiantes. La Universidad debe ser una comunidad de profesores y alumnos que trabajan en colaboración y diálogo para el bien común. Los maestros deben investigar pero también formar a sus alumnos a ser mejores personas y los estudiantes deben ser profundos y reflexivos y no sólo concentrarse en acumular poder. “Hoy, las exigencias de investigación y los incentivos que se ofrecen centran al profesor en su propia carrera académica en desmedro de su vocación de maestro”, explica Montes. Al mismo tiempo, los alumnos deben informarse de las condiciones de una institución antes de entrar a ella. “Es razonable que un estudiante tenga algo que decir en lo relativo a su currículo, pero no puede ser quien lo decida”. “Cuesta comprender que universidades tengan altísimas acreditaciones de calidad cuando sus estudiantes permanecen por meses paralizados. Eso es signo de algo no resuelto”, agrega.
Dos. La universidad debe profundizar el concepto de persona y redifinir el humanismo, incorporando a las ciencias sin menospreciar el pensar, la filosofía, la literatura y las artes. “Los rankings más usados ni siquiera preguntan si una universidad cultiva la filosofía o las ciencias sociales porque lo importante es el empleo y la producción”, dice Montes.
Tres. La universidad no es solo un centro de investigación, sino una comunidad formativa de personas cuya misión es producir una reflexión en profundidad. Por eso para el rector es grave que el principal indicador de calidad para nuestras universidades sea el número de publicaciones ISI, ya que en ciencias sociales y humanistas casi no hay publicaciones ISI. “La Universidad de Chile premió este año cerca de 200 publicaciones ISI y no hay entre ellas ninguna que provenga de las ciencias humanas. Pero premió muchos libros, y casi todos son del área humanista. Sin embargo, los libros cuentan menos en las evaluaciones”, argumenta.
Cuatro. Hay que cuestionar la cultura del mercado que se ha introducido en la universidad ya que en ésta prima la competencia y el éxito personal por sobre el bien común. “A menudo los investigadores buscan un bono de productividad más que el cumplir una misión y una vocación de servicio”, dijo Montes.
Cinco. Abrir los horizontes para que el conocimiento y la verdad no se limiten a las ciencias exactas y a la tecnología. “La universidad es el lugar para lo más selecto del espíritu donde hay un lugar para la belleza y el bien, para la poesía y la imaginación y el silencio. Nietzsche recordó que el ser humano es apolíneo y dionisíaco; no sólo razón y armonía, también es corazón, pasión, necesita el gozo, la fiesta, la intuición”, explicó.
Seis. Crear un sistema coherente de instituciones de educación superior que en su conjunto ofrezcan diversidad, colaboración y la posibilidad de la búsqueda de la verdad. “Desgraciadamente, estamos sometidos a una absurda competencia y desarticulados. Hasta el Consejo de Rectores, que debería ser centro de pluralismo, es una entidad que segrega y desarticula el conjunto”, dijo.
Siete. La universidad debe formar líderes capaces de integrar a los diferentes grupos humanos, que entiendan que no son seres aislados sino parte de un conjunto. “Hoy, aunque nos duela, la universidad muchas veces genera con sus ideas la desigualdad, puede formar líderes autorreferentes, y lo que es peor, cristalizar la situación impúdicamente desigual impidiendo el avance hacia una sociedad moderna e integrada”, concluyó.
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