Jorge Costadoat
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Jorge Costadoat, es de esos académicos porfiados por preguntar, entender, aprender. Por lo mismo, genera profunda admiración su lucidez intelectual. Aquí su visión sobre la libertad de cátedra, la búsqueda del conocimiento, y lo que debe ser una Universidad.
La Federación de Estudiantes de la Universidad Alberto Hurtado junto al centro Universitario Ignaciano CUI, invitó a debatir sobre Teología de la liberación, ser católico y libertad de expresión a la teóloga Isabel Donoso, al filósofo del derecho Fernando Atria y a Jorge Costadoat. En el siguiente video la exposición de Atria plantea que el caso Costadoat suscita qué quiere decir enseñar teología y qué significa una Universidad que no busca la verdad. “Tenemos libertad de expresión, el supuesto es que hay ciertas cosas que no deberíamos decir. Existen ciertos contenidos que no podemos decir porque serian contrarios a la fe”, plantea. El debate está abierto en relación a lo que los académicos deben o no enseñar. En este sentido el “caso Costadoat” hace reflexionar sobre lo que sucede en una sala de clases.
Jorge Costadoat más allá de un extenso currículum que lo sitúa dentro de la elite intelectual de los teólogos latinoamericanos, es un profesor, de esos que entiende que enseñar es un diálogo entre el que sabe más con alguien dueño de una poderosa arma de querer aprender. Costadoat, es jesuita, teólogo católico. Sus amigos le dicen “el Coco” y en la Universidad Alberto Hurtado, preside el Centro Teológico Manuel Larraín que depende de la Facultad de Filosofía y Humanidades. En este centro entrega su mirada en la investigación teológica científica de temáticas del Cono Sur de Latinoamérica. Estudió su doctorado en Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma; y ha sido profesor de Trinidad y cristología, y de Teología latinoamericana de la P. Universidad Católica de Chile, además de Coordinador de la Comisión Teológica de la Compañía de Jesús en América Latina (2005-2012).
En sus numerosas publicaciones se hace preguntas que remecen a la sociedad actual, que tiene que ver con los “signos de los tiempos”, cómo la iglesia, el cristianismo, Jesús puede pensar, explicar, responder, a los hechos y contradicciones de los tiempos que corren.
Lo que le inquieta hoy es la reflexión de lo que debe ser una Universidad y en ese sentido, dice que Chile necesita universidades verdaderas, definidas por estar concentradas en el servicio de la libertad de cátedra. Entendida como que los profesores tienen necesidad de alumnos que libremente hagan preguntas, porque es el cuestionamiento directo y el “chicoteo” al docente, lo que entusiasma el proceso del conocimiento. “La Universidad es el lugar de búsqueda de la verdad, no es la verdad en sí misma”, y requiere mucha humildad porque la actividad intelectual, evidencia que es cada vez más lo que uno ignora. Humildad, porque para los cristianos la verdad de Cristo todavía no se ha cumplido, se busca, es un Cristo que está por venir”, dice.
¿Qué se engendra cuando no hay libertad de cátedra? “Miedo. Y el miedo es un desastre. Donde hay miedo no hay creatividad posible y lo que queda es el plagio, o difundir conocimiento de otras universidades. Fundamental es que la universidad, sea cristiana o laica, sea un claustro, un espacio de búsqueda de la verdad con una comunidad cuya misión política sea el pathos de realidad, la conexión de contagiarse con el mundo donde hay personas sacrificadas y pensar con pasión de lo que estas personas padecen.
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