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Boris Santander
Director y académico del Departamento de Antropología UAH
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El arqueólogo y académico de la Universidad Alberto Hurtado Boris Santander es quien está detrás de una investigación que busca dar luces sobre la vida que hubo en el sector de Caleta Los Hornos, región de Coquimbo, hace miles de años: “Frente a un hallazgo de este tipo busco saber cuáles eran las formas de adaptarse al entorno”, señala.
La prensa informó que se encontraron restos humanos en Caleta Los Hornos, Región de Coquimbo, que tienen entre 4.500 y 5.000 años de antigüedad y que corresponden a hallazgos arqueológicos en riesgo de desaparecer. El responsable de salvaguardar este hallazgo es el investigador y director de la carrera de Arqueología UAH, Boris Santander.
¿De qué se trata esta historia? ¿Qué restos humanos se encontraron en Coquimbo? ¿Quién los encontró?
El académico Boris Santander —doctor en Cuaternario y Prehistoria, Universitat Rovira i Virgili, Cataluña— explica que el hallazgo corresponde a un entierro del período arcaico que puede tener hasta 5.000 años de antigüedad. “Pero hay un lapso que tenemos que precisar”, especifica.
—¿Qué encontró?
No lo encontré yo, fueron unos turistas. La comunidad nos mostró restos de un individuo que no sabíamos si era hombre o mujer, que estaba puesto de cúbito lateral y se notaba que le faltaban algunas partes. Una vez que lo encontraron recibí un correo de Claudia Hernández del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA), un centro regional de investigación científica y tecnológica de la Región de Coquimbo. Yo llevaba varios años tratando de formular un proyecto de investigación en esa área.
—¿Qué significa que al cuerpo le faltaban partes?
El cuerpo, al estar expuesto a las lluvias, empezó a deteriorarse y a caerse, o sea, empezó a perder huesos. Nos contaron que lo habían encontrado unos turistas, probablemente la gente de la localidad ya lo había visto, pero era parte del paisaje. La PDI lo evaluó y llamó al Consejo de Monumentos Nacionales y se descartó que fuera una situación forense, pero nunca se activó ningún procedimiento para poder recuperar ese resto.
—¿Cuándo se convierte en una investigación?
Con esa información presenté un proyecto de investigación que fue aprobado en el 2022 y que busca estudiar a las poblaciones del periodo geológico que va entre los 9.000 y los 5.000 años en la costa entre El Elqui y El Huasco. Este entierro cuadra muy bien con lo que andaba buscando. Lo que hicimos fue decir que este individuo se está cayendo del perfil y por tanto hay que hacer un salvataje, actuar frente a la pérdida inminente de un bien o de un contexto patrimonial para evitar que se pierda. Fuimos con un equipo de estudiantes de la carrera a hacer la excavación y recuperación de los restos a Caleta de Hornos. Estuvimos tres días trabajando ahí; ahora los restos de este individuo están en la Universidad Alberto Hurtado.
—¿Usted no busca entierros humanos?
No estoy buscando cementerios, lo que busco es información de cómo la gente vivía, dónde vivían, dónde comían, dónde dormían, etc. Frente a un hallazgo de este tipo, las preguntas fundamentales que un arqueólogo se hace giran en torno a cuáles eran las formas de adaptarse al entorno. Además, era un tiempo de cambio climático en un contexto de escasez de agua, con el problema adicional de que es una zona que no había sido investigada en los últimos 60 años.
—¿No había sido de interés?
No, no hay publicaciones. La última publicación para esta área específica es de finales de los 60. Hay un artículo de los años 80, que es básicamente una revisión de trabajos en el archipiélago de Humboldt, pero no hay más que eso. Nosotros en el equipo conversamos que el registro arqueológico de este territorio es tremendamente abundante, está lleno de sitios súper ricos en densidades materiales y un montón de elementos para hacer mucha arqueología.
—¿Qué dice el hallazgo?
Hay dos cosas: una tiene que ver con que lo que vemos, que es un individuo masculino —porque ahora sabemos que es masculino—, de 30 o 40 años, con un montón de patologías óseas debido a sobrecarga; es una persona que tenía un trabajo de esfuerzo, cargaba algo porque la vida del mar es bien compleja, seguramente tenía que meterse en los roqueríos para extraer moluscos. Lo vimos con harta pérdida de piezas dentales, sin ajuar ni ofrendas, y encima de él un conchal donde predominan principalmente lapas y locos.
—¿Qué información se puede obtener con esas características?
Estamos en una fase muy inicial, piensa que llegamos al terreno, excavamos hasta el 3 de noviembre y pasaron varios días con la investigación paralizada.
—¿A futuro qué va a pasar?
Tengo que pedir un permiso al Consejo de Monumentos Nacionales para mandar una muestra a Estados Unidos y fecharlo. Vamos a extraer restos orgánicos para hacer análisis isotopo estable para saber en qué consistía su dieta, si era absolutamente marina o tenía productos terrestres, porque no existe ningún grupo humano que pueda vivir solo de dieta marina. Va a trabajar con nosotros la investigadora Martha Alfonso, una colega que trabaja en Estados Unidos, y una vez que tengamos los permisos vamos a hacer un estudio más completo en términos bioantropológicos de los restos humanos. Todas esas líneas de información se van a conectar para saber más de la persona. Lo que sí sabemos es que es del periodo arcaico. Hay que mencionar también que, a la par de la investigación, hay que conservar estos restos. Para eso estamos trabajando y haciendo la conservación preventiva, con los embalajes respectivos para que estos materiales queden lo mejor resguardados posible.
—¿Qué debe hacer una persona común y corriente si se encuentra con una osamenta?
Si se encuentra con una osamenta humana y cree que es humana y antigua, lo primero que debe hacer es llamar a la PDI porque puede corresponder a un caso forense o un resto de nuestra una historia política reciente.
—¿Cuándo llega el arqueólogo?
Si la PDI y los peritos dicen que en realidad no se trata de un entierro forense, es arqueológico. Llaman al Consejo de Monumentos Nacionales, quienes observan y levantan un informe. Si lo que encuentran es en un contexto de entierro, el mismo Consejo activa un protocolo. En este caso fue la misma comunidad la que nos pidió el rescate y participó en la excavación. Estuvieron ahí, nos ayudaron a harnear, a separar los materiales, sacaron fotos, andaban con un dron. La gente del pueblo se acercaba a ver qué hacíamos y nos contaba historias, porque excavar en medio de un contexto habitado no es algo a lo que los arqueólogos estemos acostumbrados. Por ejemplo, hoy todos los arqueólogos que trabajan en las líneas de Metro están adentro de un recinto cerrado…
—Boris, ¿cuál es su motivación?
Investigo porque es importante comprender y estudiar los restos que salen de nuestro territorio. La arqueología nos permite comprender que los seres humanos, frente a los diferentes problemas de distinta índole hemos encontrado salidas y formas de avanzar que han radicado en la capacidad que tenemos de buscar soluciones colectivas; entender que la solidaridad es incluso un mecanismo de adaptación. El patrimonio arqueológico es la única forma que tenemos de acercarnos a nuestro pasado, porque no está escrito en ninguna parte, solo expresado en los restos que quedan.
—¿Usted es nacido y criado en La Serena?
Soy serenense, crecí en el barrio de la Población Vista Hermosa. Viví toda mi vida ahí, es un territorio que conozco desde muy niño e investigarlo me apasiona.
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