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Loreto Rojas, urbanista UAH: “¿Qué significa vivir una pandemia en torres de mil departamentos?”

El impacto del Covid-19 en una ciudad que no se planifica para enfrentar eventos de baja probabilidad, es para la urbanista UAH, Loreto Rojas una oportunidad para ampliar el diálogo técnico, político y ciudadano de cómo necesitamos pensar nuestros espacios.

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Loreto Rojas

Urbanista UAH
Magíster Ordenamiento Territorial y Geografía

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El impacto del Covid-19 en una ciudad que no se planifica para enfrentar eventos de baja probabilidad, es para la urbanista UAH, Loreto Rojas una oportunidad para ampliar el diálogo técnico, político y ciudadano de cómo necesitamos pensar nuestros espacios. “La pandemia ha puesto a prueba el diseño y la planificación de nuestras ciudades, poniendo varios de los elementos que la conforman en su máxima tensión”, dice.

En Barcelona, los urbanistas escribieron un manifiesto por la reorganización de la ciudad tras el COVID-19. En el citado documento se señala entre otras cosas que “El post-COVID-19 es una oportunidad única para impulsar medidas —permanentes— para devolver la ciudad a las personas. Y en Chile: ¿Qué posibilidad tenemos de repensar la ciudad y mejorar las formas tan precarias de habitar? El análisis es de la Doctora (c) en Arquitectura y Estudios Urbanos y académica de la carrera de geografía de la Universidad Alberto Hurtado, Loreto Rojas.

-¿Es la incertidumbre un concepto que se considere al momento de hablar de ciudad o en su planificación?-

-La incertidumbre es un concepto inherente al estudio científico, pero aparentemente lejana a la práctica urbana. Nos centramos de forma tal vez excesiva en lo cierto, lo comprobable, lo concreto. No estamos en el plano de lo abstracto, lo relativo, lo sorpresivo, por ello la incertidumbre es un concepto difícil de asir ¿La pregunta de hoy es cómo enfrentamos la incertidumbre desde la planificación urbana?

Dado el momento de confinamiento e incertidumbre que vivimos, cabe aquí recordar un libro de Taleb –“El Cisne Negro”–, donde llama la atención acerca de aquellos eventos de poca predictibilidad, estadísticamente improbables, pero que en su ocurrencia generan un alto impacto por sus consecuencias.

La tesis que guía la reflexión de Taleb, si bien se desarrolla de forma genérica, me parece absolutamente extrapolable a los estudios urbanos. Sin embargo, no planificamos las ciudades pensando en estos eventos –lo cual hoy parecería razonable–, por ello la posibilidad de un confinamiento en simultáneo de todos los integrantes de una ciudad producto de una pandemia, no era algo imaginable y, cuando se presenta, se constituye en un hecho disruptivo.

De esta forma, la pandemia interpela el diseño y la planificación de nuestras ciudades, poniendo varios de los elementos que la conforman en su máxima tensión.

-En este escenario: ¿Cuál es la autocrítica disciplinar?-

-Centrarnos demasiado en lo que ya sabemos, poner foco en la coyuntura, lo inmediato y actuar bajo una linealidad, sin contemplar la posibilidad de enfrentar hechos de baja probabilidad.

Esto presenta nuestras evidentes limitaciones, las cuales hoy son cuestionadas, en la medida que se plasman o materializan en vacíos normativos, que diseñan espacios urbanos con estándares básicos (que no es lo mismo que un estándar mínimo), que no resisten la tensión de ser sometidos a un hecho inusual o de baja probabilidad: por ejemplo, el uso máximo de espacios residenciales, bajo la demanda de confinamiento simultáneo. Claramente estos espacios no están preparados para albergar a la familia en simultáneo. La pandemia, por tanto, visibiliza los errores acumulativos de la forma como entendemos y planificamos nuestras ciudades.

-Pero, toda crisis entrega una oportunidad para ordenar prioridades: ¿Está de acuerdo?-

-La oportunidad es el profundo y amplio diagnóstico que esta crisis sanitaria nos está entregando. Hoy sabemos más, pero paradójicamente nuestro rol de expertos se relativiza, en la medida que no existe la posibilidad de dar respuestas ciertas bajo un clima de incertidumbre.

La oportunidad está en pensar el diseño de nuestras ciudades, considerando justamente la posibilidad de enfrentar eventos de esta naturaleza, dar un margen para lo “improbable”. Digo improbable entre comillas, porque eventos de esta naturaleza no son nuevos. Las pandemias, virus y enfermedades de alta trasmisión y distribución son recursivas en la historia de nuestras ciudades, y surgen cada cierto tiempo reordenando prioridades. La historia está cargada de renovaciones que impactan desde viviendas o barrios puntuales hasta modificaciones en el plano de ciudades, motivados más que por razones estéticas o económicas, por razones de salud. El problema es que olvidamos, y al olvidar la tendencia es a replicar los mismos errores del pasado.

Pero, sin lugar a duda, la gran oportunidad es la posibilidad de teorizar la ciudad bajo un escenario de incertidumbre, avanzar hacia el análisis de eventos extremos, aleatorios, inciertos, situarse en los bordes, para comprender de mejor manera lo habitual, lo cotidiano. Esto sin duda es una oportunidad.

-Parece complejo el debate… y el urbanismo no puede resolverlo solo-

-Este ejercicio nos llevaría necesariamente a un diálogo obligado, pero a la vez fructífero con otras disciplinas -como la filosofía y las ciencias de la salud, por citar algunas- ampliando la complejidad de un objeto de estudio (la ciudad) que en sí es complejo, pero que es observado bajo las limitaciones (también la riqueza) que imprime el prisma de observación de las disciplinas vinculadas a los estudios urbanos. Es momento de ampliar la mirada más que parcelar o fragmentar el foco de análisis. De alguna forma la crisis sanitaria es una oportunidad de pensar la ciudad, pero esta vez de otra forma, un paso más atrás, pensar cómo la vamos a pensar.

“¿Quién negocia por la ciudad?”

-Santiago es una ciudad segregada y los barrios más pobres fueron los más contagiados: ¿Cómo hacemos una ciudad más inclusiva?-

-Me parece que todos sabemos que estamos frente a una ciudad tremendamente desigual, es más, podríamos construir una clara línea cronológica con eventos que se constituyen como verdaderos hitos o puntos de inflexión, que explican la actual segregación y fragmentación de nuestras ciudades. Respecto de esto, la crisis sanitaria no sólo nos recuerda lo definitivo y diferenciador de esta segregación, también nos muestra nuevas aristas, nuevos matices, pero a la vez exacerba otros, que históricamente han sido parte de nuestras ciudades. Por tanto, si bien preocupa no asombra.

La desigualdad desde mi punto de vista es expresión de una deuda histórica, que sigue creciendo, pero sin un receptor claro que deba hacerse cargo. Preguntarse ¿Quién debería resolver el tema de la desigualdad? o ¿Cómo hacemos una ciudad más justa? Lleva necesariamente a preguntarse: ¿Quién negocia por la ciudad, en el marco en que las respuestas a los problemas colectivos –tales como seguridad, áreas verdes, por ejemplo– han sido individualizados y privatizados? Aquí queda abierto un espacio de discusión.

“No todos los que habitan de manera precaria son pobres”

-¿Usted ha investigado la realidad de las grandes torres residenciales y las ha tildado de precarias?-

-La crisis sanitaria nos está mostrando los problemas que enfrentan los hogares de alta densidad, centrándose no sólo en campamentos y viviendas sociales, sino que también en las grandes torres residenciales que están emergiendo en diversas ciudades chilenas. Esto representa la emergencia de nuevas precariedades, evidenciadas bajo este escenario sanitario. Lo anterior cobra mayor sentido si se considera que la ampliación del concepto de precariedad, no refiere solamente a los sectores más pobres, sino que también a las clases medias. En concreto, no todos los que habitan de manera precaria son pobres. Esto es clave de entender.

-¿Qué limitaciones evidencia la pandemia en el espacio íntimo?-

– Lo interesante del momento de la pandemia, es que nos lleva a centrarnos en lo que podríamos denominar como el reverso de la planificación de la ciudad: en el hogar. Un espacio que durante los últimos años –para ciertas tipologías– ha ido perdiendo su rol fundamental: encuentro, alimentación, reunión y celebración, pero que, sin embargo, bajo este escenario de crisis recupera su lugar de espacio vital, de resguardo frente a eventos límite.

Para responder esta pregunta me voy a situar desde la tipología habitacional, que ha sido objeto de estudio en mis investigaciones más recientes: la torre de gran altura y densidad.

Desde mi perspectiva no se desarrollan nuevas formas de habitar, sino que más bien se visibilizan aspectos del habitar, que ya estaban presentes. Lo que ha sucedido es que, bajo este hecho disruptivo (la llegada de la pandemia), las torres de gran altura y densidad (al igual que la movilidad, los espacios públicos, etc.) están siendo puestas a prueba, bajo la tensión que imprime el confinamiento simultáneo.

Bajo este escenario preguntas ya realizadas adquieren otro tenor: ¿Qué significa vivir en torres de más de mil departamentos y dentro de 30m2?; ¿Qué implica que existan 259 departamentos por ascensor?; ¿Cuál es el efecto de habitar en torres que albergan 37 departamentos por piso, en pasillos –largos y angostos– que dificultan las recomendaciones de distanciamiento físico hoy sugeridas y exigidas por la autoridad sanitaria?

Ahora bien, no es sólo la dimensión física la que se ve interpelada, sino que también las dinámicas relacionales internas de estas torres: ¿Cómo se desarrolla la amplia y diversa gama de actividades comerciales y de servicios que son parte de la vida cotidiana de los residentes?; ¿Cómo se organiza el cuidado de los niños y las guarderías infantiles?; ¿Cómo se articula la utilización de espacios de uso público permanentemente sobrecargados (lavanderías, ascensores, torniquetes de acceso, etc.)?; ¿Cómo se regulan los espacios que se han definido de “difícil control”?, entre tantos otros aspectos.

-Lo que describe parece una tragedia: ¿Qué valores urbanísticos se deberían repensar?-

-Me parece que esta pregunta es más bien una invitación a un ejercicio ciudadano, digo ciudadano porque tengo la convicción que debe ser una práctica que vaya más allá del diálogo entre académicos, técnicos y políticos. En Barcelona, por ejemplo, los urbanistas escribieron un manifiesto por la reorganización de la ciudad tras el COVID-19. En el citado manifiesto se señala entre otras cosas que “El post-COVID-19 es una oportunidad única para impulsar medidas —permanentes— para devolver la ciudad a las personas, reorganizar la movilidad, (re)naturalizar la ciudad, desmercantilizar la vivienda e impulsar el decrecimiento urbano”. Me parece que estos puntos implican un cambio de valores, de dirección, de foco respecto al desarrollo que debe seguir la ciudad.

Visto así, se abre una ventana de oportunidades, para una reflexión en el marco de la imposición de nuevos modos de vida, definidos –por lo menos en el corto y mediano plazo– por la distancia, el aislamiento y el bajo grado de interacción social.

Links UAH:
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Loreto Rojas, Urbanista UAH
Magíster Ordenamiento Territorial y Geografía
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