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La archivadora del teatro chileno

Viviana Pinochet Cobos es Doctora en Literatura de la Universidad de Rutgers en New Jersey, especializada en teatro y responsable de los archivos de dos genios de la dramaturgia nacional: Sergio Vodanovic y Jorge Díaz.

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Viviana Pinochet Cobos

Doctora en Literatura Universidad de Rutgers, New Jersey

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Viviana Pinochet Cobos es Doctora en Literatura de la Universidad de Rutgers en New Jersey, especializada en teatro y responsable de los archivos de dos genios de la dramaturgia nacional: Sergio Vodanovic y Jorge Díaz. Con el apoyo de la Universidad Alberto Hurtado cuenta el trabajo técnico que hay detrás de la digitalización de más de siete mil documentos, y por qué es relevante que este material esté disponible para el público general.

por Carmen Sepúlveda

Las labores de resguardar los archivos familiares frecuentemente están a cargo de mujeres. Este dicho se cumple cuando se trata de los documentos personales de Sergio Vodanovic y Jorge Díaz, el primero abogado, periodista, dramaturgo y autor de una de las telenovelas más recordada de Canal 13, Los Títeres y el segundo, con un repertorio de más de noventa obras teatrales escritas y cuarenta piezas de teatro para niños y niñas. En ambos casos la memoria fue conservada cuidadosa y rigurosamente por mujeres que clasificaron cada recorte y manuscrito que salió en la prensa, columnas de opinión, afiches, fotografías, guiones y cientos de textos de las obras teatrales que publicaron. En el caso de Sergio Vodanovic fue su esposa Betty Johnson, bibliotecóloga, quien hizo esa tarea y en el de Jorge Díaz primero fue él el responsable de guardar su material, pero lo conservó su sobrina, María Teresa Salinas Díaz. Ambas albaceas confiaron en Viviana Pinochet Cobos para que digitalizara el material y lo pusiera a disposición del público con interés de investigar el teatro chileno.

La vocación de archivadora

Los archivos digitales de Sergio Vodanovic y Jorge Díaz no se podrían haber publicado sin la voluntad de sus albaceas y sin el profesionalismo de la académica cuya trayectoria está marcada por el interés de disfrutar del teatro y ayudar a los profesores a enseñar a leerlo. En este sentido, Viviana Pinochet Cobos publicó en el 2018 la antología Imaginar la escena: teatro chileno contemporáneo para jóvenes (2018) de editorial Pehuén Editores, una guía pedagógica de diversos autores y autoras chilenas que escribieron obras para los jóvenes. Pero: ¿Cómo surge su interés por valorar los archivos?

Según cuenta, el interés por la historia de los dramaturgos y todo lo que envuelve los escenarios y el mundo de las tablas surge casi como un privilegio porque creció en una familia que le inculcó el amor por los libros. Su abuelo los fines de semana en vez de regalarle juguetes le compraba un libro y a los catorce años empezó a ir regularmente al teatro y vio obras emblemáticas de la dramaturgia chilena con los elencos originales como el de La Negra Ester. “Les agradezco mucho a mi familia ese tesoro de inculcarme el hábito por la lectura porque fue la posibilidad de encontrar un espacio de alegría, de aprendizaje y del placer de leer”, señala.
Una vez titulada como Licenciada en Literatura de la P. Universidad Católica se concentró en promover la lectura de obras de teatro para la infancia, adolescencia y juventud y en cómo los profesores debieran trabajarla en el aula. “Parte de mi preocupación con el teatro a nivel escolar lo veo como una relación problemática porque se aborda desde las posibilidades de representación que son muy desafiantes y muy interesantes, pero uno necesita una cierta formación como lector de teatro que no siempre es bien abordada”.

– ¿Los profesores lo enseñan poco o mal? –
-Se enseña poco y los profesores no tienen las herramientas suficientes. Muy pocas carreras de pedagogía tienen en su malla curricular el teatro como un género específico, el currículum sugiere que los estudiantes deben ir a funciones, pero los profesores tampoco tienen formación para elegir a qué obra llevarlos de acuerdo a la edad, tendrían que ver muchas obras de teatro y lamentablemente no hay tiempo y las salidas pedagógicas tienen dificultad para concretarse. Muchos centros culturales programan funciones para los colegios, pero esa información no siempre llega, hay compañías que tienen el nicho y algunas realizan obras que a veces no son tan buenas y eso genera frustración. En esta antología me preocupé que hubiera diferentes géneros como comedia, tragedia y drama. Está la obra Ñuque que habla de la militarización del Wallmapu, Juana, que se concentra en un periodo histórico con una visión de género importante, La mala Clase y Oriente que abordan la desigualdad del sistema educativo chileno, la Tía Carola, una comedia sobre la educación de los Contadores Auditores con mucho humor negro y Mi mundo Patria que muestra la problemática de la migración.

– ¿Cómo fue el proceso de construir la vocación de archivadora? –
-En el año ’96 mi autor favorito era Vicente Huidobro y mi primer contacto con archivos fue en su Fundación. Un día toqué el timbre en la Casa Colorada y dije: “Por favor déjeme entrar” y un familiar de él me dio permiso, ahí partió todo, aunque mi interés nace más bien por el aura que tienen los documentos y la relevancia de resguardar esa memoria que si no se hace pública queda custodiada por familiares que la atesoran en las paredes de sus casas.

– ¿Qué complejidad tiene archivar tantos documentos que en el caso de Jorge Díaz suman más de 3.300? –
– El trabajo de primera fuente es complejo, primero se presenta de una manera organizada y eso es muy bonito porque la archivística da herramientas para que no queden datos sueltos. Lo que hacemos es reproducir la organizacidad con que esos documentos se crearon y cómo representan las distintas esferas creativas de cada autor o autora. En estos dos casos, tratamos de buscar un justo punto medio entre difusión y cómo presentarlos en una página fácil de navegar y buscar, ahí se mezcla lo técnico y las normas de la archivística que permiten búsquedas cruzadas y organizadas en distintos niveles para que la descripción sea completa con puntos de acceso que son los tags y las etiquetas.

– ¿Cómo llega a ti la vida de estos grandes intelectuales? –
-Ambas familias me confiaron los archivos, el de Sergio Vodanovic con más de 3.000 documentos no sólo era un material de su dramaturgia, sino que tiene mucha crítica de cine y de teatro, su archivo es especialmente un tesoro porque su esposa era bibliotecóloga entonces lo motivó a mantener la correspondencia de ida y vuelta. Por otro lado, él además era abogado y participó activamente en la vida cultural, en el comité de la democracia cristiana, en la campaña del presidente Eduardo Frei padre, después dejó el partido, publicó en Venezuela, incluso hay manuscritos de su adolescencia de revistas autogestionadas que publicó en el colegio. Su testimonio de su casa en la plaza Los Guindos de Ñuñoa son registros muy emotivos e interesantes y que desde la reconstrucción de su historia aporta nuevas perspectivas para trabajar su legado.

– Y en el caso de Jorge Díaz: ¿Por qué él guardó su material? –
-Él era un trabajador del arte y tenía una conciencia muy grande del valor de su archivo que trasladó de España a Chile, siempre fue súper cuidadoso y ordenó el material en carpetas muy lindas, con una letra preciosa porque era arquitecto y hacía diseño e ilustraciones. Su sobrina María Teresa Salinas cuidó ese legado que es único porque registra su obra en todo el mundo, con documentos de su vida en España, su trabajo en la radio española y para mí es muy interesante porque escribió obras para niños y niñas.

– ¿Qué tienen en común ambos dramaturgos y en qué se diferencian? –
-Hilando fino ambos tienen perspectivas muy distintas de la construcción dramática y un vínculo social con la escritura que me parece interesante como generación del ’50, que es la edad de oro del teatro chileno. En esa época se establecieron los teatros universitarios que profesionalizaron la labor y estrenaban una cantidad de obras nacionales y trabajaban mucho con compañías.

– ¿Qué te asombró de la vida de Sergio Vodanovic que descubriste mientras trabajabas el archivo? –
– Su hija, la periodista Milena Vodanovic contaba que por más de 60 años lo vio jugar el mismo solitario y ella pensaba que su papá perdía el tiempo, y en verdad realizaba campeonatos consigo mismo, asumiendo diferentes identidades imaginarias y armando todo un esquema dramático. En el caso de Jorge Díaz tenía una rutina monacal de la creación muy cercano al método salesiano, él estuvo vinculado a la congregación sin nunca querer ser sacerdote, tenía una rutina de trabajo retirada y escribía para radio en la mañana. Él hacía de todo, hasta se fue de gira con compañías, en cambio Vodanovic se formó en un momento en que la dramaturgia tenía un sentido de autor, y no tuvo tantos vínculos con una compañía como sí lo tuvo Díaz que colaboró con el Teatro Ictus en 1959, fue actor, escenógrafo y luego tuvo una compañía itinerante de espectáculos infantiles “Los Trabalenguas” y otra para montajes para adultos el “Teatro del Nuevo Mundo”. Vodanovic también colaboró con el Ictus, pero tenía un método y una escuela dramática que estudió en la Universidad de Columbia y lo enseñó a escritores en la Universidad de Concepción donde hizo talleres. Tenía la idea de profesionalizar el trabajo de la escritura como una bandera de trabajo cultural.

“Los archivos son organismos vivos”

-En el caso del material de Jorge Díaz: ¿Tuviste que realizar cambios o estaba clasificado? –
-Su sobrina mantuvo el orden que él dejó porque en archivística existe el respeto al orden de procedencia. Hay que tener en cuenta que los archivos son como organismos vivos que responden a sus procesos creativos y a su producción y uno no debiera darle otro orden del que tienen y tratar de encontrar una armonía en ese caos. Lo ideal es poder conversar con las personas que lo produjeron, pero en rigor uno no debiera desarmar las carpetas que ya están hechas, la idea es conservar ese orden porque están así por algo.

-¿Cómo digitalizas los documentos?-
-En Chile hay muy pocos scanner para digitalizar documentos históricos, entonces es más realista trabajar con una fotógrafa profesional, en este caso Alejandra Mora que es muy cuidadosa, estabiliza el color y trabaja con atriles especiales. Ella fue un aporte desde la Universidad Alberto Hurtado que financiaron a las ayudantes para que nos hicieron la descripción de los documentos. Todo el material escaneado desde sus casas, lo revisaron, lo leyeron y lo clasificaron.

– ¿Qué significa para una institución como la UAH resguardar estos archivos? –
-Es un aporte a la cultura, una posibilidad de vincularse con el medio y muy importante porque uno de los grandes desafíos que tenemos es que la actividad académica vincule nuestras contribuciones con la ciudadanía. Y en ese sentido, tenemos mucho por hacer y me hace ilusión que en el futuro se compartan los procesos de investigación, que haya más instancias de difusión porque tenemos a una comunidad más formada e interesada y con más posibilidades por el acceso desde lo digital y eso es democrático. La Universidad tiene archivos importantes como el del presidente Patricio Aylwin y un equipo que trabaja con archivos de Memoria y Derechos Humanos, lo ideal sería una instancia para coordinar y visibilizar todas esas iniciativas, pero de a poco.

La precariedad de archivar las artes escénicas

– ¿Cómo investigadora es muy complejo realizar este trabajo sin fondos públicos? –
-Este tipo de proyectos se financian con fondos de cultura que duran un año, pero no alcanzamos a hacerlo en ese tiempo. En este caso en colaboración con Daniel Berríos que es archivero de la UAH, armamos un método para concentrar los procesos; y el archivo de Jorge Díaz tomó más tiempo por el estallido social, la pandemia y el material físico estaba en la Universidad de Princeton. Y nos encontramos que el fondo que postulé cambió, primero teníamos un financiamiento de 20 millones, pero el año pasado a diez millones y este 2021 bajó a cinco y con ese presupuesto es imposible hacer un proyecto de esta envergadura.

– ¿Qué es lo más frustrante? –
-Planear proyectos que no sabes si lo vas a poder llevar a puerto. En ese sentido, hay mucha dificultad y en el ámbito de los archivos la realidad de financiamiento es muy precario y en los archivos de las artes escénicas más precario aún.

– ¿Por qué dices que en el ámbito de las artes escénicas es más precario aún? –
-Porque no hay políticas públicas, ni directrices, ni tampoco una institución que apoye su resguardo a diferencia de las artes visuales que tienen un Centro de Documentación o la música que tiene el Archivo de la Música de la Biblioteca Nacional y las artes audiovisuales tienen la Cineteca, pero no hay un centro de documentación ni un archivo que reciba material de las artes escénicas. Hay proyectos increíbles y muy valiosos, por ejemplo, el Archivo de la escena teatral de la P. Universidad Católica o el de la Universidad de Chile, pero este último no está organizado ni es accesible todavía.

Nace el Catastro de Archivos de Artes Escénicas

Viviana Pinochet presentó con las académicas de la P. Universidad Católica, Pía Gutiérrez, de la U. de Valparaíso, Marcia Martínez y de la U. Adolfo Ibáñez, Javiera Larraín el primer Catastro de Archivo de Artes Escénicas en Chile por las redes del Archivo Nacional (que se puede consultar en https://archivosescenicos.cl/) proyecto que marca un hito porque es el primero en el país y busca identificar los Archivos de Artes Escénicas a nivel nacional para describir sus características, buscar modos de resguardar su existencia, promover políticas públicas para su conservación y compartir la información a las comunidades. “Queremos saber qué archivos hay, cómo se han trabajado, cómo se han organizado, qué necesidades tienen y qué archivos están en peligro de real pérdida y qué vínculos territoriales tienen. Por ejemplo, el archivo de Díaz es muy valorable en ese sentido porque entrega recortes de prensa de estrenos teatrales de todo Chile”, señala.

– ¿Por qué la Universidad de Princeton tuvo el interés por el archivo de Jorge Díaz? –
-Esa casa de estudios tiene conciencia del valor de resguardar una colección y toman los archivos a nivel de curatoría. Jorge Díaz es el primer dramaturgo latinoamericano que entra a Princeton y ese es un lugar de honor y comprendo que la familia se los haya entregado a ellos. En mi caso estoy muy abanderada con el anclaje territorial pero comprendo la decisión porque aquí no existe lugar donde se reconozca ese legado.

– ¿Terminando el archivo de Jorge Díaz tienes planeado reconstruir la memoria de un escritor o escritora? –
-Estoy concentrada en el Catastro de Archivo de Artes Escénicas y claro en ese trabajo me encuentro con muchas familias que me dicen: “Tengo este archivo” y es precioso, pero sin recursos es difícil gestionarlo. Por ejemplo, en el ámbito de la literatura, a diferencia de otros fondos, existe el Fondo del Libro, pero sólo financia fomento lector e industria editorial y no hay posibilidad de financiar un archivo de un autor de narrativa o de poesía.

– ¿Y eso que tenemos dos nobeles? –
-Es un vacío enorme.

– ¿Dirías que la archivística es una disciplina que vive un buen momento en nuestro país? –
-La archivística es una disciplina que se está profesionalizando cada vez más en Chile, la U. Alberto Hurtado tiene importantes diplomados y formó a muchos profesionales en el área, pero todavía no hay un Magíster y eso es un problema, porque las personas que quieren hacer carrera tienen que estudiar en el extranjero.
El repositorio de Sergio Vodanovic terminó el 2019 con el lanzamiento de la web archivosergiovodanovic.cl realizada con el apoyo de la Universidad Alberto Hurtado, institución que mantendrá la página activa. El archivo de Jorge Díaz www.Jorge-Diaz.org se logró gracias a un Fondart de la línea de Investigación de las Artes Escénicas y se organiza por varios ítems como su biografía, su producción creativa, su obra teatral y narrativa, sus novelas y cuentos para niños y niñas y adolescentes, su contribución en radio y televisión y sus aportes en el área de investigación de artes escénicas y los premios que obtuvo.

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