Irene Salvo Agoglia
Académica de la Facultad de Psicología UAH
Académica del Doctorado de Psicología
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Tienen entre 22 y 54 años. Son de diferentes regiones. Algunas siempre supieron que habían sido adoptadas, otras lo descubrieron en diversos momentos de su vida adulta. Estas diez personas quisieron reconstruir su pasado y en ese proceso participaron en la creación colectiva de SANKOFA: “Historias sobre Adopción y Búsquedas de Orígenes”, el primer libro en Chile en esta materia. “Todos los seres humanos necesitamos saber de dónde venimos, es un derecho humano trascendental”, dice Irene Salvo Agoglia, académica de la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado y una de las co-autoras.
La Doctora en Psicología y académica de la Facultad de Psicología de la UAH, Irene Salvo Agoglia ha dedicado años en investigar diversas temáticas vinculadas a la adopción en nuestro país, siendo clave para ella aportar en el diseño de políticas públicas y el fortalecimiento de las intervenciones profesionales en esta materia, así como también, que los resultados de sus investigaciones lleguen y sirvan a los protagonistas de estos procesos. “Es una responsabilidad ética producir conocimiento que sirva directamente a las instituciones, profesionales, personas que fueron adoptadas, familias adoptivas y a la sociedad en general”, refiere la investigadora.
Esta vez, en el marco del Proyecto FONDECYT “Adopciones en Chile: la construcción de narrativas sobre los orígenes y la Identidad”, financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), durante los años 2017 y 2020, publica en conjunto con algunos de los participantes de este estudio, el libro SANKOFA: “Historias sobre Adopción y Búsquedas de Orígenes”, un libro que busca acompañar emocionalmente a las personas que han sido adoptadas y que están considerando realizar o ya están realizando un proceso de búsqueda de orígenes. “Nos gustaría que este libro sea una especie de compañero de ruta, una bitácora de viaje donde las personas puedan leer historias y otros recursos, sentirse acompañados e ir escribiendo lo que van pensando o reflexionando respecto de su camino personal y único”, señala Irene.
La portada es un adrinka llamado Sankofa, un símbolo del pueblo Akán, del oeste de África que se relaciona con la necesidad de mirar hacia atrás y reclamar el pasado para así poder moverse hacia adelante. Es un pájaro que con su pico apunta hacia un huevo y a la vez a la cola formando un círculo.
Este trabajo que duró más de tres años contó con la colaboración de la artista plástica y Doctora en Educación, Rosario García-Huidobro quien acompañó en la fase grupal del estudio y en el proceso de elaboración de autorretratos en la que los participantes exploraron su identidad a través de esta técnica plástica, usando acuarelas, poesía, canciones y fotografías personales. “El trabajo plástico de Rosario estuvo en mi mente desde que diseñé este proyecto de investigación narrativa. Estaba convencida que era fundamental contar con una fase grupal con técnicas artísticas para explorar la identidad personal y diversos temas habitualmente silenciados, para ir más allá de las palabras. Además, era fundamental generar un dispositivo de investigación donde los participantes se encontrarán con otros que habían pasado por experiencias semejantes, sin rótulos ni carteles, encontrarse humanamente, para ir contribuyendo a desarmar prejuicios, estigmas, estereotipos, etc., reconociendo sus experiencias y saberes”, explica la investigadora.
-Irene lleva años dedicada a estudiar la adopción: ¿Cómo nace el interés? –
-Son muchas las razones que me apasionan de la adopción, me cuesta pensar en una sola cosa que me haya llevado hasta aquí. Desde que me titulé, hace casi veinte años atrás, comencé a trabajar como profesional y docente en temáticas de infancia, protección de derechos y en psicoterapia especializada con niños y niñas que habían sido gravemente vulnerados en sus derechos o que se encontraban institucionalizados en residencias como medida de protección. En ese momento, esa era prácticamente la única medida que existía cuando eran separados de sus familias de origen, algunos podían retornar a sus casas con sus familias de origen y otros no. Y entre los que no, al ser más grandes de 5, 6, 7 años, sus opciones de dejar de vivir en una residencia eran absolutamente limitadas, por no decir imposibles. Ese limbo en el que quedaban atrapados durante su infancia o incluso adolescencia, me hacía sentir muy impotente y limitada para ayudarles en situaciones de alta complejidad. Desde hace casi quince años, tanto en lo profesional como en lo académico, comencé a formarme y a leer todo lo que podía sobre adopción, así como a participar en diversos estudios, luego a hacer mi Doctorado, así como a impulsar un equipo especializado de intervención y estudio sobre el tema, formar a profesionales, todo lo que he podido contribuir en este ámbito. Probablemente esto convirtió mi sentimiento de impotencia en una sensación de posibilidad y de esperanza, lo que tampoco quiere decir que tenga una visión romántica o idealizada de la adopción. Por otra parte, en el plano personal, soy una persona que proviene de una familia transnacional y ensamblada, por lo que para mí es fundamental contribuir a reconocer y a valorar la diversidad identitaria y relacional de las personas en todo orden de temas. Además, la temática de derechos humanos es algo que ha marcado mi vida familiar y profesional. Siento que la adopción es un tema fascinante e inagotable, con aristas infinitas. Lo más interesante, es que contribuye no solo a repensar temas especializados, sino que también a reflexionar sobre preguntas universales para todos los seres humanos, como la identidad, la familia, el género, la reproducción, la sexualidad, la clase social, preguntas como: ¿Qué es ser una familia? ¿Cuál es el lugar que ocupa lo consanguíneo o lo electivo en lo que define o hace que una persona sea parte de lo que consideras o no tu familia? o ¿Cuáles son los roles de mujeres y varones en la parentalidad? Son muchas preguntas que nos tocan a todos.
“Ya nadie puede justificar que una persona adoptada no lo sepa”
– La palabra tabú cruza el libro: ¿Por qué la adopción es un tema oculto? –
– Aunque la adopción no sea un tema tan oculto hoy, como lo fue hace unas décadas atrás, persisten una serie de ideas, prejuicios, estereotipos y clichés, que son retroalimentadas por los medios, las películas y los cuentos, pero también por muchas personas que se relacionan directa o indirectamente con el tema. En nuestra cultura lo consanguíneo es el fundamento de las relaciones de parentesco y la adopción interpela muchas cosas dadas por “naturales”. Además, en cada país esto se entrama con elementos singulares de su historia e idiosincrasia. La cultura chilena se ha caracterizado –aunque creo que eso está cambiando- por no hablar directamente de muchas cosas íntimas o personales, para “evitar” el conflicto. También ha sido tradicionalmente una cultura muy adultocéntrica en la que muchas veces a los niños y niñas se los deja fuera de conversaciones importantes también para ellos. Sumemos a eso 17 años de una dictadura que, en muchos sentidos, aún no se fue. Muchos factores han reforzado los silencios y secretos. En la adopción, las familias de origen- especialmente las madres biológicas- eran y son estigmatizadas, los hijos, eran estigmatizados o patologizados y las parejas que adoptaban también. Nadie se salvaba del escrutinio moral, todos eran juzgados por no poder quedarse con un hijo, por haber nacido como no se debía o por no poder procrear un hijo como se esperaba. Ante ello, el secreto resultaba lo más funcional y hasta se pensaba que era lo más protector. Todo el sistema estaba organizado para sostenerlo, incluso la legislación, que antes destruía todos los antecedentes, para borrar toda huella del pasado, y hacer como si la persona naciera de nuevo, para que la adopción rescatara y “reparara” el origen de esos hijos. Eso no se ha ido, aún queda mucho por hacer. Por eso creo que es importante aportar con una mirada comprensiva. Al mismo tiempo, ya no podemos continuar justificando los secretos o las irregularidades del pasado en nuestra época. Las cosas tienen que cambiar, en función del bienestar de todos, especialmente de las personas adoptadas, porque todos los seres humanos necesitamos contar con las coordenadas que nos permiten respondernos preguntas tales como: ¿quién soy? o ¿de dónde vengo?, ¿a quién me parezco?, ¿por qué sucedió esto o aquello?, entre otras. Es algo básico que nos ayuda a construir sentidos más cohesionados e integrados sobre quiénes fuimos, somos y seremos.
– ¿Son secretos de familia que protegen a los niños o hay entremedio situaciones de maldad? –
– Hay de todo, no me gusta generalizar. Los secretos familiares y los específicamente relacionados con la adopción tienen razones y funciones muy diversas. En muchos casos no hubo necesariamente una intención “malvada”, sino que una intención protectora, marcada por una sociedad clasista, racista, de silencios, que estigmatizaba a todas las personas involucradas con la adopción. Creo que debemos ayudar para que se produzca mayor entendimiento sobre las necesidades y derechos de las personas que fueron, son y serán adoptadas. Contamos con un corpus de evidencia psicosocial acumulada hace 40 años que muestra que los secretos sobre la identidad de las personas adoptadas son dañinos para ellas y sus relaciones familiares. Ya nadie puede justificar que una persona adoptada no lo sepa o no pueda hablar sobre sus orígenes. Sin embargo, aún hay muchas personas en nuestro país que fueron adoptadas y que aún no lo saben, aunque quizás lo sospechan desde siempre. Sus propios padres temen aún decírselos, porque creen que les harán daño o porque sienten que “ya es demasiado tarde”. Quizás no será el momento oportuno, porque “el” momento perfecto no existe, sino que se trata de un proceso. Y nunca será demasiado tarde para la verdad. Al mismo tiempo, la verdad sobre algo tan relevante no puede ser lanzada como un dardo o sin cuidado alguno, debe ser compartida amorosamente y quizás también pidiendo ayuda, porque más allá de las palabras, es necesario encontrarse emocionalmente. Mi profundo deseo es que las familias puedan liberarse de los secretos cuidadosamente y logren cimentar su relación en la verdad y la confianza. Te aseguro que eso los hará mucho más cercanos, está demostrado. Todas las familias adoptivas que he conocido que acompañaron a sus hijos en sus búsquedas de orígenes y comprendieron profundamente su necesidad de saber un poco más de su historia o conocer a su familia de origen, no hicieron más que fortalecer el vínculo entre ellos. Por el contrario, lo paradójico de la dinámica de secreto, es que muchas veces actúa alejando a los integrantes de una familia, se interpone en la relación y todos viven prisioneros de que dicho secreto no se escape en algún momento. Afortunadamente, en los últimos años, algunas familias adoptivas están hablando y comprendiendo que no se trata de revelar una verdad como un hito único, sino de comunicar los orígenes como un proceso continuo. Esto se va adecuando a la edad de sus hijos, su historia, sus recuerdos, sus necesidades.
-El libro cuenta la experiencia de diez personas: ¿Cómo llegas a ellos? –
-Cuando me adjudiqué el proyecto solicité inmediatamente apoyo a distintas redes de trabajo para la convocatoria, pero dado que el tema de orígenes e identidad era tan central, presenté el proyecto y pedí apoyo al Departamento de Adopción. En ese momento, la Ex Jefa María Fernanda Galleguillos, y las profesionales del programa de Búsquedas de orígenes, consideraron que era relevante saber mucho más sobre estos procesos para poder mejorarlos y me apoyaron. No teníamos más que datos generales en Chile, porque no se había hecho un estudio cualitativo en profundidad ni con este alcance. Tras enviarles los criterios generales de inclusión de participantes, difundieron la convocatoria en su base de datos (aproximadamente 100 personas que cumplían con algunos requisitos) para que los interesados pudieran contactarme. Sin exagerar, a las 48 horas tenía en mi correo tenía setenta y dos mensajes. Ni yo ni el SENAME nos imaginamos nunca que responderían tantas personas interesadas en participar. Por lo general, las convocatorias son muy difíciles, y los investigadores están meses difundiendo por diversas vías. Mirándolo en retrospectiva, creo que mi premisa era errónea. A priori, asumí que la cultura de secreto alrededor de la adopción haría más difícil el proceso de convocatoria del estudio. Pero me encontré con todo lo contrario, con una tremenda necesidad de poder expresarse al respecto. Tuve la sensación de haber abierto una puerta a un mundo desconocido. Del otro lado, diversas personas expresaban su enorme necesidad de contar y comprender su historia, de hablar y de ser escuchados. Ese es uno de los mensajes más potentes que para mí deja este estudio. Hay mucho por abrir, hablar, sanar, hay muchas familias que tienen conversaciones pendientes.
– Y qué pasó luego: ¿Qué te contaron? –
– Lo primero que hice fue contestar inmediatamente durante esos días a todas las personas, porque me sentí con una responsabilidad enorme. Las personas estaban diciendo algo al mostrar este enorme interés en participar. Algunos no volvieron a responder, otros necesitaban ayuda concreta para buscar más información de sus orígenes, otros se habían cambiado de domicilio, etc. Por lo tanto, luego de redefinir sus expectativas sobre mi rol y los alcances del estudio, viabilidad de reunirnos, etc., entrevisté de forma individual a 35 de esas personas en Santiago y Viña del Mar. La primera parte del trabajo de campo consistió en entrevistas extensas e intensas en diversos lugares, como la Universidad, sus casas, en un café, en una plaza, así como diferentes horarios y días de la semana, para buscar el lugar y horario que les acomodara para conversar tranquilos. Algunas personas nunca habían hecho un relato completo de su historia de adopción y de búsquedas de orígenes a nadie. Es un gran esfuerzo emocional construir un relato para otro, así que traté de acompañar con el máximo cuidado posible, teniendo súper claro que investigo temas altamente sensibles y complejos. En el plano humano, también fue fuerte emocionalmente para mí, porque cada historia de vida tiene muchas capas y algunas de ellas son muy intensas, dolorosas y también felices, con tantos ingredientes. Otras eran historias de vida casi cinematográficas, la película Lion se quedaba corta. Fue conmovedor, transformador e inspirador, me siento muy agradecida. Pese a que trabajo hace muchos años en la temática como profesional e investigadora, para mí este proyecto marcó un antes y un después.
– ¿Qué patrones se repiten en las historias? –
– Si intento buscar un patrón diría que en muchos casos percibí mucha soledad para relatar la propia historia y comprenderla. Esta inusitada cantidad de personas que quisieron ser entrevistadas, en parte, dice relación con que muchos no habían podido ser escuchados primero que nada por sus propias familias. Algunos de ellos, se habían enterado hacía muy poco que eran adoptados, de forma tardía en su vida adulta, accidentalmente o por terceras personas. Otros que lo sabían desde pequeños, no necesariamente contaban con la disponibilidad emocional de sus padres para escucharlos y conversar sobre su adopción, sus orígenes o sobre su necesidad (o no) de buscar algo más, etc. En las historias que yo conocí era más minoritario que las familias acompañaran esos procesos, pero también encontré bellas historias de comprensión y unión entre padres e hijos. Todavía hay muchas familias que se sienten muy asustadas, algunas no comprenden por qué algunos de sus hijos necesitan o quieren hacer procesos de búsquedas de orígenes, se sienten dolidas o amenazadas, tienen miedo también que ellos sufran o se encuentren algo demasiado difícil, como si se fueran a quebrar, pero a sus hijos no los quiebra conocer su historia por más dura que pueda ser, los quiebra y desprotege más sentirse solos o con todo en contra. Otras veces, los padres se sienten desorientados, no saben cómo hacerlo o qué lugar ocupar en esta búsqueda, y por supuesto nadie tiene por qué saber qué hacer siempre, para eso existe la ayuda o el aprendizaje. Otra cosa fundamental fue conocer las múltiples capacidades que tenían las personas para construir su identidad personal y buscar respuestas a sus preguntas. Una de ellas es una fotógrafa joven impresionante, que a través de su cámara ha reconstruido recuerdos y puesto imágenes a su historia, yo digo metafóricamente que ella es “la cámara lúcida” del grupo, como el libro de Roland Barthes. Otras personas han realizado caminos de búsqueda espiritual o trabajos psicoterapéuticos, etc. Pese a que se trata de esfuerzos enormes, la diversidad de formas que toman las búsquedas internas y externas para responder a los vacíos de información o de palabras o explicación en sus biografías no deja de maravillarme, esa fuerza interna que tienen los seres humanos para buscar las respuestas que se necesitan. Eso es parte de lo que hemos querido plasmar y transmitir en el libro Sankofa, la fuerza y la belleza, incluso presente en lo doloroso.
“La ley está tan atrás, se queda corta”
– ¿El Estado colabora en la búsqueda? –
– Sí, los profesionales de los programas de búsquedas de orígenes tienen la función y rol de orientar estos procesos, pero para acompañar a una persona en este proceso se requiere muchísima especialización, tiempo y también recursos. Los recursos son insuficientes para lo que se necesita y hay una sub-dotación de profesionales, sobre todo si realmente entendemos y consideramos la complejidad de estos procesos y todas las personas que participan, la cantidad de pasos involucrados. Y cada vez habrá más y más demanda de atención porque es tendencia mundial en un mundo globalizado y con acceso a redes sociales. Eso es parte también de lo que motivó el libro, poder colaborar en el fortalecimiento del acompañamiento emocional de este proceso y experiencia. Además, creo que debemos escuchar lo que los propios usuarios del programa tenían que decirnos sobre el apoyo que requieren. La legislación y los programas especializados mejorarán si nos basamos en las experiencias vividas por las personas, y contamos con sus valiosas opiniones para diseñar e implementar estos servicios en función de lo que necesitan. Y también fortalecer el apoyo a las familias de origen y a las familias adoptivas.
“La búsqueda puede ser muy solitaria”
Uno de los participantes de esta investigación fue Marcelo Álvarez del Río. En su testimonio relata que en su familia la única persona que tenía información de su adopción era su abuelo fallecido. Si bien Marcelo siempre supo que había sido adoptado, cada vez que mencionaba que quería realizar una búsqueda de orígenes, tenía conflictos con su madre: “De alguna forma se sentía amenazada y cuando falleció en el 2007, no tenía muchas ganas de iniciar nada, pero de casualidad haciendo zapping en la televisión me encontré con un reportaje en un noticiero que hablaba del programa de Búsqueda de Orígenes. Ahí recién me enteré que el SENAME tenía este Programa, ingresé a la página respectiva e inicié el proceso”, señala.
Marcelo llenó formularios y lo contactaron y finalmente tuvo acceso a su expediente judicial de la Casa Nacional del Niño y en enero de 2014 pudo conocer a su madre biológica. “Fue muy interesante ese encuentro”, recuerda. Para él, este libro es un gran aporte ante la falta de contención real que se repetía en las vivencias de cada uno: “Todos nos sentíamos como un número o parte de una estadística. Hay historias simples, como la mía, en que todo el proceso se desarrolló conforme a protocolos. Pero hubo otros en los que se informó que “no se encontró a nadie”, “no había información”, o “sus padres estaban fallecidos”, y ahí quedaba o terminaba todo…. es decir, terminó su proceso, gracias por participar, por eso quiero que las personas que necesiten hacer este proceso de búsqueda no se sientan solos, porque la búsqueda puede ser muy solitaria”, señala Marcelo.
“Sankofa es más que un libro”
Gisella, otra participante del estudio comparte sus impresiones sobre su participación en este proyecto. “Tenía 30 años cuando decidí emprender la búsqueda de mi progenitora. Primero fui a un hogar de niños que quedaba cerca de mi casa con la esperanza que esa hubiera sido mi primera casa, pero no lo era. Entonces fui directamente a la oficina del SENAME en Valparaíso y ahí me orientaron en todo lo que tenía que hacer. Me hablaron del programa de búsqueda de orígenes y entonces, me aventuré llena de fe. Mis padres no participaron de este proceso; así como durante años ellos me “protegieron” de la verdad, esta vez era yo que sentí que debía protegerlos. Durante cada paso que daba en los avances de la búsqueda, siempre estuve acompañada de mis maravillosos amigos. Ellos fueron contención para mis momentos de temor; hicieron el ejercicio mental de ponerme en distintos escenarios, para prepararme frente a cualquier posibilidad; me escucharon con atención y jamás me juzgaron, solo me animaron. Sin embargo, nadie de ellos había vivido jamás algo similar o a lo menos, cercano, a lo que estaba viviendo yo. Sus palabras venían del sentido común, no de la experiencia. Y aunque fueron muy valiosas, carecían de eso que más necesitaba: certeza. Por eso, conocer a quienes después se transformaron en lo que otra persona de nuestro grupo bautizó como la “familia Sankofa”. Este proceso me hizo sentir acompañada y entendida de una forma única. Era la sensación de tener un lugar donde depositar todas mis reflexiones en torno a la adopción y la búsqueda de orígenes. Ese sentimiento me llenó de ganas para participar en este proyecto y en la creación de este libro, ¿por qué no regalarles a otros esta experiencia de compañía y comprensión durante su búsqueda? Sankofa es más que un libro, no solo para acompañarte en el camino, sino también para darte un espacio para relatar tus vivencias y participar junto al resto de esta familia, en la construcción de una nueva escena de tu vida”, concluye Gisella.
“Es tiempo de que los adultos nos pongamos a la altura de las necesidades y derechos de los niños, niñas y adolescentes”
– Irene: ¿Qué espera de este libro? –
-Este proyecto fue como hacer un viaje desde el pasado hacia el presente y también proyectar el futuro, permitiéndome conocer en profundidad cómo la forma de entender, practicar o legislar la adopción impacta sobre las vidas humanas, las identidades y las relaciones. Respecto del libro, si solo una sola persona, familia o profesional ya siente que le acompaña, ayuda a reflexionar o a comprender algunas cosas, o bien, les permite abrir conversaciones necesarias, creo que todos los que hemos participado nos sentiremos felices. Respecto de lo que sigue en mi trabajo actual como investigadora, las adopciones del pasado nos permiten sacar muchas lecciones útiles para re-pensar el sistema de adopción contemporáneo, que todavía necesita enfocarse en garantizar el Derecho a la Identidad y las necesidades de las personas que fueron adoptadas. Afortunadamente, existe consenso respecto de que el enfoque de “ruptura” con el pasado o los “orígenes” es contrario a los Derechos Humanos y la salud mental de las personas involucradas, esto incluye a las personas adoptadas, sus familias de origen y familias adoptivas. Aún falta mucho para que nuestro sistema de protección y adopción respete las identidades y las relaciones de cada niño, niña y adolescente. La pregunta por los orígenes no surge cuando la persona piensa o decide hacer un proceso de búsquedas de orígenes, está siempre, latente y/o expresándose de diversas formas y seguirá estando más allá de si realizas o no una búsqueda. Hoy en Chile, los niños y niñas que son adoptados ya no son solo bebés cedidos por sus madres biológicas, sino que en más del 80% de los casos sus familias origen han sido inhabilitadas por diversos motivos y esto está cambiado radicalmente la cuestión sobre los orígenes. Hace 31 años que el Estado chileno ratificó la Convención Internacional por los Derechos del Niño. La ley vigente está muy atrás, se queda muy corta con las prácticas de adopción de la última década y las que vienen. El prejuicio, miedo o el secreto ya no pueden fundamentar las acciones de los profesionales o las familias. Por eso, es urgente repensar la adopción, por ejemplo, preservando al máximo toda la información posible de los niños, reforzando una apertura comunicativa desde el inicio en las familias adoptivas, fortaleciendo el trabajo con el libro de vida del niño, respetando los nombres de origen, rebajando la edad desde la cual es posible buscar orígenes, reparando el sufrimiento de tantas personas que están buscando sus orígenes en el contexto de las irregularidades que afectaron a nuestro país, y también, para las nuevas adopciones, pensando posibilidades de acuerdos y planes de contacto post-adoptivo. España el 2015 incorporó la figura de la adopción abierta. ¿Es un desafío?, claro que sí, pero ya es tiempo de que los adultos nos pongamos a la altura de las necesidades y derechos de los niños, niñas y adolescentes. Como conversábamos en una entrevista con uno de los participantes, “hay que revolucionar la adopción”. Por eso este libro que recién lanzamos y el nuevo Proyecto FONDECYT denominado “Repensando la adopción desde la perspectiva de los niños” busca poner al centro las necesidades, los derechos y las voces de las niñas, niños y adolescentes que son y serán adoptados en nuestro país.
El libro SANKOFA: “Historias sobre Adopción y Búsquedas de Orígenes” será distribuido próximamente y las instituciones o personas interesadas en tener un ejemplar pueden ponerse en contacto con la investigadora responsable del proyecto mediante el formulario de contacto de la página: transformadopcion.com
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