El Doctor en Sociología y Coordinador de Investigación del Área Social Jesuita de la Universidad Alberto Hurtado Nicolás Rojas Pedemonte, se dedica a los conflictos políticos indígenas del continente. Su tesis de doctorado fue una estudio sobre el conflicto político zapatista en México, de ahí en Chile puso la lupa en la dinámica de desarrollo del conflicto mapuche. Llegó a evaluar este problema más seriamente gracias al vínculo con la Comunidad Jesuita de Tirúa, que le dio la oportunidad de estar en terreno y entender lo que exigen las comunidades, establecer las diferencias de las demandas de acuerdo a las zonas del conflicto, porque no es una gran zona, sino que varias y distintas. “Acá no es que los mapuches estén en guerra contra los chilenos, de hecho los estudios del PNUD 2013 establece que las relaciones interculturales son positivas y cada vez más estrechas”, explica el académico. La crisis de hoy, es una lucha global: “Es la oposición de una comunidad que se ve amenazada por la gran industria de la madera y el rechazo a la represión recibida por parte de la autoridad”, sostiene.
Este análisis se desglosa en su investigación “Dinámica sociopolítica del conflicto y la violencia en territorio mapuche. Particularidades históricas de un nuevo ciclo en las relaciones contenciosas”, que repasa cada uno de los hitos de los últimos 25 años, con los acuerdos que los distintos gobiernos se comprometieron y que muchos no se cumplieron o se cumplieron a medias. Como él señala, ver una caravana de camioneros forestales de La Araucanía exigiendo mayor seguridad frente a los ataques propinados aparentemente por organizaciones mapuches y televisado en vivo, o ver al INDH querellarse contra carabineros por torturas contra 8 comuneros, da para preguntare: ¿Cómo llegamos a esto?, señala.
En su análisis revela el fenómeno de la violencia política y policial: “En las últimas décadas hemos visto cómo el carácter dinámico del movimiento mapuche se ha reconstruido y cómo la relación conflictiva de las partes ha ido mutando. Hay una conformación de intereses nuevos y no hay incentivos para la moderación. Si hay algo que uno puede reconocer en el diálogo directo con las organizaciones mapuches es una fuerte tradición política y estratégica en la manera que ellos entienden su relación con la sociedad y el Estado chileno: sólo es iracundo cuando cambia el escenario, cuando las posibilidades electorales y de diálogo están cerradas y se les niega represivamente “su singularidad como pueblo”.
En los últimos dos gobiernos hay un giro hacia una política en dirección militar en la zona que representa la violencia como un espectáculo. Pasamos a la represión sin objetivos tan claros, a un aumento discriminado del gasto policial donde se encuentran instaladas las grandes empresas forestales y experimentamos el cierre de las vías institucionales. Los moderados del movimiento, por ejemplo, no son recibidos por las autoridades en La Moneda, el día después de que recibieran a la mediática caravana de camiones, explica.
¿Se asume que hay un relato construido por jóvenes mapuches ilustrados que han tenido nuevas oportunidades educativas y que están haciendo política en la zona?
-Es un punto relevante, pues hay convicciones más fuertes. Por lo mismo hoy los gobiernos van a tener la tarea más difícil porque con la fuerza no les funciona, y los grupos más radicales parten diciendo que la represión no nos va a disuadir porque la causa es mucho más grande, es por la defensa del planeta y en ese relato están tan alineados que ya no basta con el garrote. Lamentablemente el sistema político está tan férreamente cerrado para ellos que la única manera de hacerse escuchar es “botar un árbol”. De hecho en la mayoría de las comunidades no hay disposición al enfrentamiento, no quieren que llegue carabineros y les peguen, pero si es necesario ocupar un predio o botar un árbol para que reaccionen, ellos dicen: “Lo vamos a hacer”.
¿Cuál es el gran error en el trato hacia este conflicto?
-Que a veces cuando intentamos entender estos procesos de manera muy abstracta, apelando posiblemente a la historia más profunda de los hechos que datan de siglos, se naturalizan. Pero la política represiva se está dando cotidianamente en los territorios. Es a partir de una mala decisión de un obispo, de un empresario forestal o de un alcalde que se generan nuevos enfrentamientos.
Nicolás Rojas Pedemonte